Puros cuentos
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Crítica literaria
Armando Vega-GilRosina le puso en frente un plato de menudo norteño que ella misma guisara para la ocasión.
-Tons, ¿qué, cabrón? -acribilló con su bronco acento fronterizo antes de que el comensal diera la primera cucharada-. ¿Qué te pareció?
Rosina había invitado a sus amigos escritores, uno cada día, para que, mientras cenaban, le hicieran una crítica de su libro Cena de negros. El día anterior había estado Luis. Hoy le tocaba a Francisco.
-Me encantó -le contestó éste con la boca retacada de panza, orégano, chiltepín y hierbabuena-. Tu libro es muy divertido, audaz, sarcástico, emotivo, entrón, novedoso, maduro, incisivo_
-¡Pérate, pinchi morro! -lo interrumpió dando un manotazo que hizo brincar la salsa del molcajete-. Te estoy pidiendo tu opinión, no una lista de adjetivos que nada me dicen.
-Mmmm... Mira, tu libro está de poca madre: es innovador, propositivo, socarrón, impredecible, mordaz, entrañable y muy cabrón.
-¡Ya déjate de adjetivos babosos! -lo interrumpió furiosa-. ¿No ves que entre escritores se dice que si un adjetivo no da vida, mata?
-Pues, ¿qué te digo? Me pareció neto, osado, revelador, chido, locochón, cachondo, provocativo, superviolento, aterrador_
Fuera de sí, Rosina tomó el tejolote del molcajete y lo estrelló una, dos_ tres veces en la cabeza del comentarista, haciendo un reguero de masa encefálica.
-¡Ahhhh! -resopló-. ¡Te digo que los adjetivos matan!
Más tranquila, miró el desastre, y agregó:
-Chin, ora voy a tener que hacer para mañana quesadillas de sesos.
En efecto, al día siguiente había invitado a su editor para que le dijera qué pensaba sobre Cena de negros.
Armando Vega-Gil es antropólogo social, fue miembro del grupo Botellita de Jerez. Ha publicado libros de poesía, cuento y sátira, y asegura que en sus ratos libres corre maratones, bucea y escala montañas. Correo: armambo@compuserve.com
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